Hoy, doy gracias por el kétchup y la mayonesa. ¿Y tu?

Cuando era muy pequeño, con mi familia solíamos turnarnos a diario la bendición de la mesa previo a nuestros alimentos. Llegado mi turno, siempre tomaba unos segundos para pensar cuidadosamente mis palabras de oración, pero en particular, las de agradecimiento por la comida que estábamos por disfrutar.

Un día dispuse dar gracias por el kétchup y la mayonesa, y pronto fue un agradecimiento que se volvió parte de mi rutina cuando llegaba mi turno para dar la bendición. Si mis papás y hermanas daban gracias por “el pan sobre la mesa”, para mí era muy normal agradecer por estas deliciosas salsas que me eran motivo de gozo, y en buena medida, de felicidad. 

Esta anécdota de mi infancia es un ejemplo de cómo la inocencia de un niño puede dejarnos una poderosa lección: las pequeñas cosas en la vida hacen una gran diferencia.

Existe el paradigma de que los grandes logros son los que nos hacen más felices (por ejemplo, la promoción que obtuviste en el trabajo). Es cierto, hay grandes momentos de nuestras vidas que constituyen una base para nuestra felicidad, como lo es el día de tu boda o el nacimiento de tus hijos. Pero son los pequeños y sencillos momentos que tenemos a lo largo de nuestro día, y cómo los abordamos, los que hacen la diferencia en nuestro grado de satisfacción con la vida. Esto requiere estar conscientes y vivir el presente, para hacer una pausa, reconocer dichos momentos, disfrutarlos y agradecerlos.  El agradecimiento constante es lo que te despierta cada vez más esa consciencia.  

Las cosas sencillas y los pequeños momentos son la verdadera fuente de la felicidad perdurable. Todos vivimos una serie de estos instantes especiales a lo largo de nuestro día, pero a veces vamos demasiado rápido y los pasamos por alto. El olor a shampoo que sentiste en el cabello de tu bebé. La sonrisa que te regaló tu pareja cuando te despediste por la mañana.  El sabor del primer trago de café que diste en tu día. El celaje que viste entre las montañas en el camino de regreso a casa. Y así, muchos ejemplos más.

Detente un momento, abre tus emociones y disfruta las pequeñas pero grandes bondades de la vida. Agradece constantemente por ellas. Es una fórmula simple para ser más feliz.  

En este día, doy gracias por el kétchup y la mayonesa. Y tú, ¿qué agradeces hoy? 

Escrito por

Director de negocios, autor y profesor. Esposo, padre de familia, y explorador de gratitud.

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